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martes, enero 29, 2008

CARTA DE LA AMADA DE CRISTO, DE LA IGLESIA EVANGÉLICA PENTECOSTAL, A NUESTRO SUPERINTENDENTE Y HONORABLE CUERPO DE PRESBÍTEROS

Amados hermanos en Cristo:

Por medio del presente medio, hacemos pública la carta que esperamos sea leída frente al Superintendente y Cuerpo de Presbíteros, en las Conferencias en Calera. Dicha carta llevará adjunta la lista de hermanos que a la fecha nos hayan hecho llegar sus datos en adhesión a ella.

Por otra parte, queremos explicar que el hno. Michel Marín sólo actua como representante del Bloque IEP en los blogs respectivos, pero no será él quien dará lectura a la carta ante el Cuerpo de Presbíteros. Dicha designación dependerá exclusivamente del grupo editorial, sin necesidad de ser anunciada previamente.

Creemos que el sólo hecho de hacer pública la carta, contiene por sí misma el espíritu con que se han iniciado nuestras acciones, y ella muestra en toda su dimensión el sentir de quienes hemos visto con profundo dolor y pesar el triste rumbo que ha seguido nuestra amada iglesia en las últimas décadas. Quienes al leer sus líneas sientan que representa también su sentir, pueden adherirse a ella haciéndonos llegar sus datos personales.

Además, invitamos a todos quienes deseen hacerlo a difundir esta carta por todos los medios disponibles para que toda la hermandad de la iglesia pueda meditar en ella, y así seguir sumando hermanos que deseen hacerse presentes ante nuestras autoridades por medio de ella.

Dios les bendiga ricamente

EL CRISTIANO PRIMITIVO

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CARTA DE LA AMADA DE CRISTO,
DE LA IGLESIA EVANGÉLICA PENTECOSTAL,
A NUESTRO SUPERINTENDENTE
Y HONORABLE CUERPO DE PRESBÍTEROS


Superintendente Pastor
Eduardo Valencia Martínez
Y Honorable Cuerpo de Presbíteros
PRESENTE



En los inicios de la vida de la iglesia primitiva, la Palabra de Dios nos relata que los primeros cristianos perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. De esta misma forma, nuestra amada Iglesia Evangélica Pentecostal, cuando nació espiritualmente en el avivamiento de 1909, comenzó a crecer en número en medio de una constante comunión entre los hermanos, quienes buscaban con gran preocupación limpiar sus vidas y caminar conforme las santas ordenanzas de Dios así lo indicaban, procurando en todo llevar una vida recta, justa, santa y piadosa, apartándose de todo pecado y contaminación del mundo para agradar a Dios.

Por este mismo camino de santidad, y siendo siempre guiada plenamente por la presencia del Espíritu Santo, nuestra iglesia, por la misericordia de Dios, creció y se expandió de manera insospechada en esos entonces, durante casi cien años, llegando a toda América latina y otros países en el extranjero, llegando a ser, hoy en día, una de las más grandes iglesias evangélicas en Chile, con más de 300.000 miembros, salvados y redimidos por la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo, y teniendo a su haber gran cantidad de hermosos templos y locales edificados con el sacrificio de nuestra hermandad para el engrandecimiento y expansión de la obra del Señor, una imprenta propia y dos colegios de confesión cristiana evangélica.

Al observar este hermoso devenir de nuestra iglesia, no podemos sino dejar de pensar que la mano poderosa de nuestro eterno Dios estuvo constantemente al lado de su iglesia, la esposa del Cordero, llevando él mismo adelante su obra conforme a sus promesas, y conducidos por los santos siervos de Dios, quienes en humildad y en ferviente clamor a Dios en todo tiempo, llevaron a la iglesia a pastos limpios y sanos, en los cuales apacentar a la amada grey del Señor, actuando en todo tiempo con la autoridad divina y con la justicia y la verdad que nuestro Señor Jesucristo nos enseñara a obrar por medio de su santo evangelio.

Sin embargo, en la actualidad, la hermandad de la Iglesia Evangélica Pentecostal ve con gran preocupación el rumbo por el cual, durante el curso de las últimas décadas, nuestras máximas autoridades han conducido y guiado a la amada de Cristo, comenzando a manifestarse claramente una dirección ambigua y poco clara, y muchas veces evidentemente apartada de la sana doctrina, de la santidad y la reprensión frente al pecado con que Cristo y los santos apóstoles nos enseñaron a actuar, dando así a conocer una actitud contradictoria a lo que la Palabra de Dios nos dice en 1ra. a los Corintios cap. 14, vers. 33: “pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos”.

Hoy, con tristeza y profundo dolor, constantemente somos testigos de hechos que no admiten explicación razonable en la forma de conducción y administración de la iglesia, llegando al punto inimaginable de vernos involucrados recientemente, como institución, en un hecho que ha significado un verdadero escándalo público a nivel nacional.

Ya en los inicios de los años 90 comenzaron a manifestarse situaciones irregulares en las decisiones tomadas unánimemente en Conferencias Generales por todo el Cuerpo de Presbíteros, cuando al entonces pastor de Concepción, Joaquín Correa, le fuera ordenado un traslado de iglesia, situación que finalmente no se llevó a efecto, terminando posteriormente en la triste división de la iglesia en Concepción.

A partir de entonces, hechos irregulares como estos han sido la tónica en la actual conducción de la iglesia: traslados que no se han llevado a efecto, sanciones que luego de ser aprobadas por todo el Cuerpo de Presbíteros no han sido aplicadas, pastores que han caído de manera manifiesta y declarada en pecados tan graves como el adulterio, y que a la fecha nunca han recibido alguna amonestación ni sanción por parte de las autoridades, y que hoy siguen estando al frente de sus congregaciones, trayendo el dolor y la amargura a las familias, a los hermanos de las iglesias locales, y la iglesia entera en general, dejando huellas indelebles de evidente falta de visión y autoridad en el cuidado de la esposa de Cristo, y provocando el natural decaimiento de hermanos débiles en la fe, llegando muchos de ellos a tomar la decisión de abandonar nuestra iglesia.

Entre otros, podemos nombrar lamentables casos de negligencia en el actuar santo y puro con que se espera que nuestros ancianos actúen, y con evidente falta de autoridad y decisión ante situaciones insostenibles, en casos tales como los del pastor Jonathan Robledo, el pastor David Fuentes, el pastor Claudio Diet, los hechos lamentables ocurridos en Loncoche y Domeyko protagonizados por el pastor Crisosto Parra, la insólita petición de reincorporación a la Iglesia Evangélica Pentecostal al pastor Jorge Uribe, la triste y negligente administración de la amada iglesia en Bolivia, que costó años de sacrificio y esfuerzo a grandes siervos de Dios, y que hoy está completamente dividida, y finalmente los escandalosos sucesos que han rodeado al vergonzoso proceso ilícito de la entrega de licencias de Enseñanza Media, en el cual fueron estafadas dos mil personas, a quienes se les cobró una suma de dinero que a la fecha no ha sido devuelta en su totalidad, no se ha dado ninguna explicación coherente a la hermandad, y peor aún, muchas congregaciones aún están sumidas en la más profunda ignorancia de los hechos ante los cuales estamos siendo testigos, estableciéndose como estrategia común de acción la desinformación, la absoluta falta de honorabilidad en las responsabilidades no asumidas, la mentira y el engaño para ocultar la verdad de los sucesos ocurridos y la ya común realidad de tapar el pecado bajo una mal entendida obediencia ciega, sin permitir a nuestras autoridades actuar con la verdad con que un día prometieron servir en la obra de Dios como obreros aprobados.

La Palabra de Dios es enfática y clara respecto de la conducta que deben presentar los ministros de Jesucristo, cuando el apóstol Pablo indica en 1ra. a Timoteo cap. 3 vers. 2 y 3: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro.”

Luego expresa claramente la necesidad de tener la autoridad divina para reprender y disciplinar a los que han caído en falta, cuando le dice en el cap. 5 vers. 19 y 20: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman.”

Y finalmente indica duramente a apartarse de los hombres que han insistido en actos pecaminosos, cuando le dice en el cap. 6 vers. 3 – 5: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.”

Por otro lado, los estatutos de nuestra Iglesia Evangélica Pentecostal vigentes hoy en día, establecen claras funciones, derechos y responsabilidades para los pastores de nuestra iglesia, donde se describe con precisión los procedimientos y acciones que se deben seguir ante faltas a la vocación ministerial de quienes están al frente de la iglesia.

Tal es así como en el artículo Decimocuarto establece que un miembro podrá perder la calidad de tal por “actos o conductas inmorales o reñidos con los principios de fe o la sana doctrina de la iglesia” y “por actos o conductas que importen una desviación de su vocación ministerial, conforme con la sana doctrina de la iglesia o intervenir en actividades políticas o sindicales”.

Luego en el artículo Vigésimo se establece claramente al “Superintendente y el Cuerpo de Presbíteros” como “autoridades máximas de la iglesia, tanto en Chile como en el extranjero”; en el artículo Cuadragésimo Primero, letra b), se establece que: “Corresponde especialmente al Superintendente: velar por el cumplimiento de los estatutos, reglamentos y acuerdos de las Asambleas Generales o del Directorio”; en el artículo Quincuagésimo se establece que son funciones de la Comisión de Disciplina: “a) Recibir las denuncias que se formulen en contra de algún miembro de la Iglesia y recabar antecedentes sobre problemas o dificultades que se susciten al interior de las iglesias locales; y b) Apreciar el mérito de las denuncias y de los antecedentes recabados y, de estimarlo necesario, comunicarlos al Superintendente y Cuerpo de Presbíteros para que adopten las medidas y resoluciones correspondientes”; y finalmente, en el artículo Vigésimo Cuarto, se establece que: “Las diferencias que se susciten entre los miembros se dirimirán conforme a los principios expuestos en los versículos uno al once del Capítulo Sexto de la Primera Epístola de San Pablo a los Corintios.”

Sin embargo, a la fecha, ni se ha obrado conforme lo enseñan las Sagradas Escrituras, ni se ha dado cumplimiento a los puntos relevantes al respecto, descritos en nuestros estatutos, ya que muchas veces, a pesar de haberse comprobado y confesado los pecados cometidos por nuestros pastores, nuestro Superintendente ha permanecido en la absoluta inactividad ante los hechos ocurridos y no ha respetado las decisiones tomadas por el total del Cuerpo de Presbíteros como máxima autoridad de la iglesia en Asambleas Generales, como así tampoco se han tomado en cuenta las reiteradas resoluciones de la Comisión de Disciplina cuando ha determinado culpabilidades ante hechos pecaminosos y apartados de la vocación ministerial, mostrándose así una clara perturbación al ejercicio de sus facultades para colocar fin a las situaciones descritas, lo cual ha conllevado finalmente a sumir a nuestra iglesia, y más aún, al evangelio santo de nuestro Señor Jesucristo, en la vergüenza, el descrédito y el dolor espiritual de toda la iglesia de Cristo.

En estos momentos, luego de varios años de observar pacientemente y en silencio como la iglesia ha sido conducida bajo un errado concepto del amor perdonador, la permisividad del pecado en nuestros pastores y la entronización de un sistema degradado y viciado en la administración que ha centrado el poder de decisión en sólo tres o cuatro personas, hemos llegado a la triste conclusión de que estamos frente a una conducción corrompida, que ha tomado como norma de conducta el aceptar y ocultar el pecado, el mantener a la hermandad en la desinformación y el simular negligentemente que la iglesia sigue aún caminando en las sendas de la santidad y rectitud con que nuestros antiguos pastores encaminaron a nuestra misión.

Es por ello que, como hermanos activos y pertenecientes al cuerpo de Cristo, hemos considerado nuestro deber hacer un llamado a nuestras autoridades a reflexionar y recapacitar respecto de su actuar como ministros de Jesucristo, y como pastores de la grey de Dios, a quienes solicitamos, en nombre de la santidad, la verdad y la justicia con que nuestro Señor nos llama a actuar como hijos suyos, consideren nuestra petición que exponemos en los siguientes puntos:

Consideramos de vital importancia:

1.- Que la conducción de la iglesia vuelva a tener como único norte la expansión del santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el cual trae a la vida del hombre la salvación por fe y la renovación del pacto eterno de Dios, manifestado en vidas arrepentidas y convertidas a la santidad y comunión en el espíritu, bajo la sana doctrina enseñada en la Santa Palabra de Dios y la guía divina de su Santo Espíritu.

2.- Que el Honorable Cuerpo de Presbíteros vuelva a tener su verdadera y justa calidad de máxima autoridad, junto al Superintendente, quienes durante décadas fueron los ancianos de nuestra iglesia que velaron por la conducción sana y recta que nos legara nuestro fundador, pastor Willis Hoover, y los santos siervos de Dios que ya han partido a la presencia de Dios, respetándose en su totalidad los acuerdos que se tomen en las asambleas del Cuerpo de Presbíteros, tomando siempre en cuenta la sabiduría y unción que Dios ha depositado en ellos para conducir sabia y ordenadamente a la iglesia del Señor, y que sean ellos en su totalidad quienes en adelante asuman la conducción real de la iglesia

3.- Que ante el lamentable episodio de la entrega de las licencias falsas de Enseñanza Media, se actúe con la verdad y la justicia, tal como ya se demostrara frente a la Palabra de Dios y los estatutos de nuestra iglesia, determinando responsabilidades y aplicando las sanciones correspondientes a quienes resulten implicados en los hechos ilícitos que han rodeado a dichos trámites, sean estos pastores presbíteros, diáconos o probandos, dando así verdadera muestra de transparencia y santidad en el actuar de los siervos de Dios.

Además, para sanidad de la iglesia, y para la restitución del santo evangelio de Jesucristo, se hagan declaraciones oficiales ante la iglesia y ante la opinión pública, donde se reconozca claramente que se han cometido errores, que ha habido pastores que, desviando su vocación ministerial, se han hecho participes de hechos fraudulentos, y por lo mismo han recibido las sanciones pertinentes, y finalmente, se pida perdón ante la hermandad y sobre todo ante los hermanos, triste y vergonzosamente engañados, restituyéndoseles en su totalidad la cantidad por ellos cancelada para la obtención de dichas licencias.

4.- Que en consideración a todos los hechos antes descritos respecto del camino errado en la conducción de la iglesia, y vistas muchas otras irregularidades en el ámbito administrativo, organizacional y espiritual de la misión entera, se inicie un proceso real, integral y completo de REFORMA al interior de la Iglesia Evangélica Pentecostal, que involucre una reflexión seria y profunda de nuestras raíces, y con la participación de comisiones mixtas de pastores, hermanos y especialistas de áreas se lleve a cabo la elaboración de un PROYECTO integral de reforma, el cual permita, en un período determinado de tiempo:
a) Establecer con precisión la superación de muchos vacíos en la enseñanza y transmisión de la doctrina evangélica pentecostal, la cual muchas veces contiene errores que no han sido nunca aclarados.
b) Revisar y reformar los Estatutos de nuestra iglesia, los cuales han sido modificados antojadizamente, desproveyendo entre otras cosas, a la hermandad de su justa calidad de miembros legales de la institución, y concentrando el poder administrativo en unas pocas personas.
c) Crear nuevas normativas administrativas que eviten el enviciamiento y descontrol en la administración de los recursos totales de la misión, teniendo hoy en día un desequilibrio inusitado e inexplicable racionalmente entre los pastores.


La Iglesia Evangélica Pentecostal ha comprendido que, según lo señala la misma Palabra de Dios, estamos viviendo los tiempos del fin, y es por ello que ha doblegado sus rodillas y clamado a Dios con corazón contrito y humillado, por una plena y completa restauración de la misión entera. Las almas siguen llegando a nuestras iglesias buscando una palabra de aliento y consuelo en medio de este mundo cada día más perverso y lleno de pecado y maldad ¿y qué es lo que encuentran en medio nuestro?.

Amados siervos del Dios altísimo ¿no fuisteis vosotros llamados a servir en la obra del Señor con fidelidad y pureza, sabiendo que el pueblo al cual gobernáis fue comprado a precio de sangre? ¿No habéis prometido ante Dios y ante los hombres velar y cuidar por las ovejas que Dios ha puesto a vuestro cuidado, velando en todo tiempo por la desvalida, por la débil y la perniquebrada? Si habéis olvidado vuestros votos, y habéis dejado que el sopor de la rutina penetre en vuestras vidas dejando abandonada a la amada del Cordero, pues aún es tiempo agradable en que Dios os da una oportunidad de enmendar el camino y restaurar al atribulado y al angustiado.

Dice la estrofa de un himno que nuestra congregación canta en sus predicaciones a la calle: “Hay millones que en pecado mueren, escuchad su tétrico gemir; acudid con tiempo a rescatarles, quién dirá: Señor yo quiero ir.” Amados pastores, ¿escucháis vosotros el llamado de Cristo, y el de miles de almas que claman y gimen por una vida mejor en Cristo? ¿Escucháis vosotros el clamor de una iglesia herida y angustiada, que ha sido avergonzada y trasquilada frente al mundo impío? La iglesia gime por sanidad espiritual, y es por eso que hoy con humildad, pero con gran pesar y sinceridad, ha llegado ante vosotros para pedirles que recapaciten y escuchen el clamor de la amada de Cristo. Sobre vuestras cabezas está la unción de Dios, y en vuestras manos está la decisión de abogar por la esposa del Cordero, y actuar con dignidad y honorabilidad, según el llamamiento santo que Dios hizo a sus vidas un día.

Amado Superintendente, pastor Eduardo Valencia Martínez, la Iglesia Evangélica Pentecostal le ama profundamente en el Señor, y reconoce en Ud. a un siervo bajo cuya administración la obra se expandió a muchas lejanas tierras y creció en almas y en templos para la gloria de Dios. Sin embargo, creemos que ha llegado el momento de dar un paso al lado y declinar en favor del Cuerpo de Presbíteros de nuestra iglesia, para que sean ellos quienes con la gracia y la sabiduría de Dios puedan sacar adelante esta obra grandiosa que el Espíritu Santo inicio un día. Sin duda que nuestro eterno Dios recompensará su arduo trabajo, y la iglesia le recordará siempre como a un humilde y amado siervo en el Señor.

Antes de finalizar, queremos expresar que el único motor que ha movido nuestras acciones han sido la fe genuina y el deseo ferviente y sincero de que nuestra iglesia vuelva a caminar por las sendas antiguas, y vuelva a ser la otrora iglesia llena del poder de Dios, en la cual se manifestaba la presencia del Espíritu Santo, salvando, sanando, restaurando y cambiando vidas para la gloria de Dios. No queremos terminar sin antes dejar que la palabra eterna e inmutable de Dios hable a nuestras vidas, conforme a su promesa a quienes con la gracia y la verdad divina, y con valentía y amor enfrentan el pecado en el pueblo de Dios, cuando por medio de la epístola del apóstol Santiago nos dice en el capítulo 5 versículo 16 al 20: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo fruto. Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.

Con profundo amor en Cristo, a sus amados siervos en el Señor, la amada de Cristo de la Iglesia Evangélica Pentecostal, quien suscribe en lista adjunta a esta carta.




Martes 29 de Enero de 2008